Estoy cada día más cerca...

"Mi ego debe comprender que es más grande cuando me deja tranquilo."

Me defino como alguien profundamente cerebral. Necesito entender las cosas, no creo en una espiritualidad revelada sino razonada.
Esta frase me surgió en un momento de tensión y tentación, cuando mi ego logró susurrarme que mi tranquilidad era pereza, y que mi renuncia consciente era miedo a perder.

Mi ego quiere parecer.
Yo quiero ser.
Dos cosas muy distintas.

Lo que el ego no puede saber desde su perspectiva virtual, es que la persona que quiero ser —con mente tranquila y libre de ilusiones— juega en otra liga que cualquier rol que él pueda interpretar.
De ahí la paradoja de mi frase:

Si el ego deja de molestarme, florece una persona real, con toda su esencia, su bondad y su gratitud hacia la vida y los demás.

Eso no tiene precio. Pero sí un enorme valor.
Podría parecer un engaño al ego, como cambiar a Jeff Bezos por el Dalai Lama.
No lo es. No es un trueque.
Es una invitación al ego a hacer su máximo gesto de nobleza: retirarse.
Borrarse para que otro brille.

Pero no como vencido, sino como custodio silencioso de una nueva lucidez.
Así, mi yo no lo rechaza ni lo somete.
Lo reconoce. Y lo honra con elegancia.

El ego se vuelve guardián de su propia humildad.

Pointfulness, entre muchas cosas, significa eso:
Estar lleno de sentido.
Hoy, esa palabra se me revela cada día más.
Mi ego, al que alguna vez vi como enemigo, merece ahora mi compasión.
Es, después de todo, un ser virtual que me ha acompañado durante tantos años.

¿Y tú? Crees que tu ego podría aceptar un acto de grandeza para que tu verdadero ser emerja?